BALMENHORN

No reniego de la imagen, ni de su fuerza, ni de su capacidad para potenciar la palabra, pero hay palabras sin igual, palabras de poder que vuelan libres, sin el lastre de las imágenes, porque ¿qué imagen necesita Ghandi cuando nos dice que no hay un camino para la paz, sino que la paz es el camino? A Churchill la bastó con prometer sangre, sudor y lágrimas para sacar lo mejor de sus conciudadanos y Kennedy tan solo tuvo que reprochar a los americanos que pensaran menos en lo que su país podía hacer por ellos y más en lo que ellos podían hacer por su país, para poner a una nación en marcha. Ninguna imagen necesitó Lenín para hacer soñar con la libertad a millones de obreros, fue suficiente con decirles que las cadenas que eran su única posesión. Mensajes brutales, inequívocos, que penetran directos a nuestro cerebro y que no admiten discusión. Pueden ser verdades como puños o grandes mentiras, podemos aceptarlas o rechazarlas, amarlas u odiarlas, pero no hay duda sobre lo que significan porque son palabras, sencillas y modestas palabras, los ladrillos de nuestro pensamiento, la argamasa de nuestra inteligencia.