La mar, tan próxima, tan receptiva...
Esa playa que conjuga el agua con la arena hermosa, extensa, blanda, seca, juguetona con el aire y con los castillos en tierra, con Santa Bárbara, con las toallas y con las conchas de la orilla. Se acerca el fuego, elemental como elemento, y en las hogueras abundan detectores de metales en la playa por la noche, como quien juega a la lotería... aunque con más posibilidades. Se alumbrará el cielo de colores y una estruendosa traca nos alejará de la música que nos acompaña cada día.
De niña me gustaban más los fuegos artificiales.
Todavía no me he bañado en el mar este año. Ni me asomo, hace meses, a la línea meditativa del horizonte. ¡Ya me vale! La música susurrada de las olas, la arena fresca, la sal, el cielo negro, el agua hasta los tobillos bordeando el paseo tranquilo, liviano… Si no me he sumergido en estas sensaciones antes del seis de julio… ¡que me ahorquen!
Termino mis exámenes el lunes diecisiete. Y el seis de julio... ASISTIRÉ.
¡Abrazos!